sábado, 2 de febrero de 2013

THE BIGGEST ONE!!!

Todas las mañanas el mismo ritual. Levantarse temprano y antes incluso del desayuno en el porche de su casa hawaiana, abrir el portátil y conectarse a una página de centros meteorológicos de todo el mundo que ofrece la mejor información sobre el estado de la mar, las borrascas, las marejadas, la dirección de los vientos, la temperatura… en cualquier hemisferio surfero del planeta. Y esa mañana, las coordenadas de una especie de tormenta perfecta con olas imposibles se situaban a 14.000 kilómetros del porche desde donde Garrett McNamara seguía la rutina de siempre ante su ordenador. En la pantalla aparecía un pequeño trozo del Atlántico portugués, junto a la costa de Praia do Norte, en Nazaré, a 125 kilómetros al norte de Lisboa. “Nicole”, le dijo Garrett a su esposa, “nos volvemos a Nazaré”.
En este pueblo portugués de pescadores, los McNamara son casi unos vecinos más. Junto a su imponente faro, Garret y Nicole, una atractiva profesora de ciencias ambientales de 29 años, se dieron el sí quiero el pasado 23 de noviembre (ella, preciosa de blanco, él en sandalias y con camisa hawaiana).La presencia de Garret siempre es bienvenida por las autoridades locales, que agasajan al surfero como lo que es: su visitante más ilustre y el hombre que los ha situado en el mapa de los récords.
Las aguas de Nazaré, bendecidas con unas olas gigantes que persiguen como locos deportistas de los cinco continentes, han sido testigo de las hazañas de McNamara, un ‘pirado’ del surf de 45 años que domina el japonés y chapurrea el luso. Hace dos años batió el récord al cabalgar sobre una ola de 27,5 metros de altura, y el pasado 29 de enero superó esa marca al domar con su tabla una ola de 30 metros. Nadie antes había logrado esta proeza. Las increíbles imágenes de un diminuto Garret deslizándose sobre una colosal lengua de agua semejante a aquel enfurecido muro de mar que tapaba la pantalla en ‘La aventura del Poseidón’ (1972) han animado esta semana los informativos de medio mundo. Y claro, han proporcionado a Garret su mayor éxito profesional. El vídeo, colgado en Youtube, supera los 150.000 visionados.
En Nazaré han encontrado en Garret un filón turístico, y éste en sus políticos sus principales patrocinadores. Garret habla maravillas del pueblo y sus moradores, y ellos le financian sus aventuras surferas. De hecho, los del Libro Guinness y Billabong, uno de los gigantes de este deporte que patrocina concursos en todos los mares del surf, aún no han verificado el récord, pero todos los vecinos que asistieron al espectáculo desde los miradores que se asoman a los acantilados de Nazaré no dudan en contar, a quien les quiera escuchar, que fue la ola gigante jamás surfeada.

Tras su hermano

¿Pero quién es este tipo a quien algunos comparan con José Tomás por su querencia a jugarse la vida entre miuras en estado líquido? McNamara nació en 1967 en Pittsfield (Massachusets), pero su familia se trasladó a Hawai cuando cumplió los once años. Fue en las islas donde su hermano mayor, Liam, empezó a surfear y Garret siguió sus pasos. Aquel chaval pronto empezó a destacar sobre la tabla y con 17 años ya participó en la prestigiosa Triple Corona hawaina, reservada para los mejores del mundo y en la que, en alguna de sus tres pruebas, han llegado a competir surferos cántabros, canarios y vascos, como el zarauztarra Aritz Aranburu, el que más lejos ha llegado.
Con el paso de los años, Garret se fue haciendo un nombre entre los primeros espadas del surf. Se pasaba las semanas en el avión, de un lado a otro del Globo con su tabla a cuestas. Suráfrica, Irlanda, Chile, Tasmania, las remotas islas del Pacífico… aquel veinteañero podía permitírselo gracias a los generosos patrocinios de importantes empresas japoneses. De hecho, en Japón es un héroe y los nipones aprecian que el estadounidense les hable en su idioma. Pero Garret, un atleta con más bravura que técnica, se cansó del surf convencional (tal vez porque nunca alcanzó la gloria de ser el número uno) y abrazó una nueva modalidad que empezó a coger fuerza en los 90. Se trata del tow in, en el que la tabla es arrastrada con motos de agua hasta el mismo interior de la ola, lo que permite enfrentarse a olas gigantes a las que sería imposible llegar con la única ayuda de los brazos. Garret comprobó que el tow in, además de no ser tan exigente técnicamente, le brindaba la posibilidad de explorar olas jamás surfeadas. Una de sus ‘hazañas’ más espectaculares, antes de los dos récords de Nazaré, tiene Alaska por escenario. Allí, el hawaiano monta una increíble ola formada a partir del desplome de un inmenso iceberg. El vídeo da escalofríos.

Un depredador

A McNamara se le puede seguir fácilmente el rastro por la cantidad de fotografías que cuelga en su perfil de Facebook, donde describe sus hazañas, enseña sus heridas de guerra, da las gracias a sus fans y, sobre todo, se deshace en elogios hacia Nazaré. Llegó allí por vez primera en 2005 y está claro que el sitio le ha atrapado. “Cuando aterricé el primer día, aluciné con las olas. No me podía creer lo que estaba viendo. No hay ningún otro lugar del mundo ni remotamente parecido. Tenían más de 30 metros y yo quería ser el primero en montar una de esas olas”. Desafío tras desafío, el surfero fue cabalgando cada vez olas más grandes, que año tras año encontraba en este rincón portugués, convertido en un santuario del surf XXL y al que McNamara, con su último récord, ha puesto aún más de moda.
Su leyenda, sin embargo, no es todo lo limpia que uno puede imaginarse en alguien que quiere encontrar su hueco en la historia del surf. Sus compañeros del circuito le admiran, pero saben que es un depredador dispuesto a cualquier cosa por surfear la ola más grande. En ese afán, hace cosa de un par de meses y mientras probaba una tabla de hélices (otro ingenio para practicar 'tow in'), estuvo a punto de acabar con la vida de Greg Long, otra gran leyenda del surf. McNamara se cruzó en el camino de Long, éste perdió el equilibrio y quedó atrapado bajo una ola gigante, que le impedía alcanzar la superficie. Fueron unos segundos, quizá un minuto, pero se hicieron eternos. En el último momento, una moto de agua pudo rescatar a un Long con los pulmones vacíos y en estado inconsciente. “McNamara pidió perdón, pero sus compañeros lo dan por imposible”, cuenta Álvaro Vicente, periodista del Diario Vasco, y autor del blog Rompeolas, especializado en surf. “Está muy pirado, se la juega siempre, va al límite y cualquier día no lo cuenta”, apostilla Vicente.
De momento McNamara disfruta de su última proeza sobre las olas. Pero tanto ímpetu puede llevarle a cabalgar sobre el adiós.


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